martes, 14 de septiembre de 2010

No existo y sin embargo, me habito:

El día 16 de febrero de 1937 nacía en Gualeguay una audaz artista, fruto de la cual surge una obra que trata de encerrar elementos tales como la luz y el sonido. Su obra está revestida por los leves movimientos del universo, que aunque imperceptibles son continuos.
En cuánto a los primeros ruidos que hizo, no fueron otros que la iniciación del movimiento teatral en Gualeguay por medio de diferentes asociaciones. Ya sea como fundadora o participante anduvo en los escenarios durante la década del ’50.
Inició su historial bibliográfico de una forma muy singular. Gracias al Instituto de Amigos del Libro de Buenos Aires pudo publicar sus dos primeros libros. Los cuales salieron a la luz al mismo tiempo. No habiendo así primer libro.
El más breve de los dos, es Poemas para el grito, un libro donde se exploran las diferentes formas poéticas y donde la retórica gana un lugar que quizá nunca más recuperaría en la obra de Cristina Villanueva. Por su parte el otro libro, Isla e interior, se cierra por medio de un especial Autorretrato, en el cual la autora nos dice: Hay que elegirse/vieja tarea que nos está destinada. Versos que encajan perfectamente en el inicio de una carrera.
Entre 1975 y 1976 se emitió el programa del cual es autora, Nuevas dimensiones por Canal 7, un programa de carácter periodístico-cultural, por el cual mereciera el premio “Martín Fierro” en 1976. Es a su vez autora de diferentes programas del mismo tipo.
En 1981 tuvo lugar otra luz y otra fuga, como ella misma lo definiera, en la antología de escritores contemporáneos Fuga en luz. Para entonces había recaído sobre ella el Iberoamericano “Premio Neruda”, había sido incluida en catalogo de escritores de la Biblioteca de Jaén en España, y había recibido el diploma de honor de la Asociación cultural y artística Alfonsina Storni, además de otro conjunto de menciones.
Para 1983 tenía lugar la publicación de Acrobacias y señales. Libro sobre el cual se tuvo que hacer una segunda edición en 1983. En este libro somos testigos del cambio abrupto en su poesía. No en los temas, que en la poesía del Siglo XX no cambiaron nunca, sino en las formas, las cuales desde allí fueron para ella dúctiles y sin el adorno fastuoso de la retórica. Vale aclarar que no por esto cayo en el caligrama o el abandono de las imágenes.
Acrobacias y señales (que está prologado por Emma Barrandeguy) está repleto de breves expresiones de sentimientos que se amoldan a la realidad. Más que un conjunto de poemas pueden parecernos trozos de la cotidianeidad. Logran una poesía que fluye. Profundamente influenciado este por la filosofía de Sartre: en el se arraigan la vieja y cartesiana idea de que los sentidos mienten y la búsqueda de su anulación.
Quizá fue en esa búsqueda que topo con la filosofía oriental. Nunca sabremos cuando fue pero podemos estar seguros de su predilección hacia ella. De eso son fieles testigos su biblioteca, repleta de referencias orientales, y su permanente capacitación en el tema.
Por su parte Viaje en luz vio la luz en 1988. Sigue mi itinerario/déjate ser nos dice la autora al comienzo del libro. Fragmenta aquí la luz de una forma estéticamente bella.
Por último, nos queda su testamento literario. Aquel libro que es considerado su visión poética más depurada. Sombra de la palabra (1994), libro al que se vuelve una y otra vez al revisar su vida. Repleto de las preguntas del existencialismo, tomando algunos conceptos de la filosofía china, y examinando el gran tema de los poetas, desde Rimbaud hasta acá, “la palabra”. No vale aquí más que este, uno de sus poemas más recordados, aquel que da titulo al libro: 
Sombra de la palabra
La lluvia golpea 
el bronce de la campana 
y canta 
II 
Cuerda tensa 
el sonido 
del viento 
entre los árboles. 
Aguardo el poema. 
III 
Conversan los vientos 
entre sí, 
el trueno anuncia 
la tormenta. 
Intento expresarme. 
IV 
El canto del ave 
vibra entre las flores 
húmedas de la mañana. 
Se avecina el temblor 
de la palabra. 

El 7 de mayo del 2000 moría consumida por el cáncer. Bohemia como pocas, Cristina Villanueva, no puede ser quizá examinada por mí sin volver al recuerdo que yo de ella tengo más presente. Por esos azares de la vida, soy su sobrino-nieto y por el acercamiento que con el paso del tiempo hice hacia la vida de ella, me he maravillado con aquel aire de esta generación de poetas. Retomo casi con magia los viejos tomos. Los libros pequeños, las poesías lanzadas al viento. Una generación perdida en el tiempo, la de esos libros de tapas de todos los colores y formas, aquellos que admire de esa manera desde chico.
El último recuerdo que tengo de ella es de aquel día que me regaló un libro, de literatura contemporánea como ella siempre regalaba, y me decía: Te va a gustar, y si no te gusta algún día te ira a gustar. Presagio o lo que sea, aquel día tomé más que un libro en mis manos… 

Kevin Jones

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