viernes, 29 de junio de 2012

Vida y Muerte en Doce palabras...

Un Concurso de la Biblioteca "Esos otros mundos" de Barriletes fue la excusa. Y unas flores sirvieron de musas. Contar Vida y Muerte en doce palabras, fue el desafío.

Abrieronsé, la misma mañana. Una doblosé, la otra deshojó; cala, margarita. Vivir.
Alicia

La margarita comenzó a abrir sus pétalos hace algunos segundos. Esplendor. Espiró.
Teresa

Un niño nace en una margarita. Tiempo y flor, pasan. Él queda.
Kevin

En luz


Encontré una niña,
una niña chiquita
que dejaste escapar
de tu refugio.
La tomé de la mano
y así traspasamos
el umbral de lo desconocido
a pesar del miedo,
los dos anduvimos
por esos pasillos oscuros y sombríos.
Pero se que nos espera
una hermosa zona clara
y llena de luz.

Teresa Albarenque

sábado, 16 de junio de 2012

Luciérnaga

En esto que soy ahora (una madura mujer)  me ocupo mas a menudo en sumergirme en esto otro que también soy: un poco niña, otra vez.
Por eso la historia de Luciérnaga me atrapó.
Ella era una estrella un tanto perdida en el espacio, cuya luz no resplandecía ni llegaba tan lejos como las demás.
En un momento en que sufría por su incapacidad sintió que se descolgaba, de eso, secreto, que la mantenía atada al cielo.
Cayó estrepitosamente, sobre algo que la hizo exclamar....y que no sé que es.
Vio como en mil chispas, parecía destruirse y luego paulatinamente volvía a unirse. Pero una de sus chispas se veía en lo alto. Discutieron la situación el resto de las chispas y decidieron unirsele.  
Tomaron empuje y volaron hasta la chispa que resultó estar apoyada en una torre. De ese modo pudieron reunirse y ser desde entonces un faro y Luciérnaga exclamó feliz "Mía de mí, mi vida toa ha de ser luz y guía para los viajantes".
Alicia

Este texto fue producido durante el Taller Literario, a partir de versos de un poema de Gloria Gervitz pertenecientes a su libro Septiembre

viernes, 1 de junio de 2012

Taller Literario, Mayo 2012: La poesía como tema. Reflexionamos robando versos.


Collage de poesía


Aunque ponga debajo de mi lengua
      una pepita de oro,
aunque derrame sobre mi corazón un caldero de estrellas
y pase por mi frente la corriente secreta de los grandes ríos
todo lo que se puede decir es mentira.
Si digo agua, ¿beberé?
si digo pan, ¿comeré?
y recordar que el tiempo es otro río.
Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueño soñar...
Las palabras del sueño
de la infancia de la muerta.
                                         Confeccionado por Natalí Metz


En el morral del arte


La poesía no nace
está allí al alcance
el adjetivo, cuando no da vida,
hecho de tiempo y agua.
Solo lleva un pequeño
morral y un cuchillo
y otro sueño.
El poeta es un
pequeño Dios.
                                       Confeccionado por Teresa Albarenque








Como al acaso

El arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara,
y caen en el engaño
no
las palabras
no hacen el amor.
Está allí al alcance
de toda boca
para ser doblada, repetida, citada.
¿De dónde viene esta conspiración
de invisibilidades?
Ninguna palabra es visible.
Los rostros pasan como el agua.
No las palabras no hacen el amor,
hacen la ausencia.
                                     Confeccionado por Alicia Beber


Poética robada


explicar
              otro río
con palabras de este mundo
              la poesía

y ni un solo temblor que haga estallar las muchas piedras.
                               Una hoja cae, algo pasa volando;
              la poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.
Hemos hablado demasiado del silencio
                                una hoja cae,
lo hemos condecorado lo mismo que a un bijia
                                 en el arco final, algo pasa volando;

explicar
            con palabras de este mundo
porque ¿cómo nombras con esta boca?
            que partió de mí un barco
¿cómo nombrar en este mundo con esta boca?
                               un barco
                               otro río
hemos ganado, hemos perdido
porque ¿cómo?
                                algo pasa volando
porque ¿cómo nombrar
                      que partió de mí un barco
                                                             llevándome?

                                                                             Confeccionado por Kevin Jones



Tintas N° 34 - Hay otros mundos, pero están en este


"Hubo una vez un grupo de gente que se conocía de hace rato. Se conocía de hace tanto tanto, que hasta escribían juntos. Y eso que es escribir es tan, tan ¡ay! No me sale la palabra....Tan mágico, eso, eso quería decir. "

Arte de tapa a cargo de Nazareno Casis.

Escriben, Ernesto Parrilla, Miguel Angel Cuestas, Rulo Sanchez, Alicia Beber, Teresa Albarenque, Kevin Jones. 
Ilustran, Nazareno Casís, Ramiro Sosa, Jackie Rodríguez. 

sábado, 24 de marzo de 2012

El puestero - Miguel Ángel Cuestas

La noche hace desaparecer la arboleda, el camino y hasta los caballos atados a los palos del viejo alambrado que circunda el boliche de don Alejo Castillo. Sin embargo, un candil alumbra el interior de la vieja casa, convertida en el lugar preferido del gauchaje, que se reúne a tomar unas copas, jugar al truco, o disfrutar de una picada con salame y queso casero.
-¡Sirva otra vuelta! -se oye la voz potente de don Pedro Segovia, que con sus cuatro peones, estaban atentos al relato del nuevo puestero de la Estancia "La Candela", allá en el corazón del monte.
Ramiro Torres, que hacía poco había comenzado a trabajar allí, observa su vaso lleno, y continúa con sus palabras serenas, seguro de lo que estuvo contando por casi una hora.
-Como les decía, al viejito lo enterraron bajo un añoso tala, como alguna vez lo pidiese en vida. Su patrón me dio el puesto que él cuidó por muchos años. A los pocos días, comencé a vigilar a un grupo de gurises que se ponían a saltar sobre la tumba del finadito. A lo primero lo soporté, pero con el tiempo, y ya perdiendole el miedo al monte, cacé mi rebenque y me dirigí hacia donde estaban esos herejes. Las veces que me veían acercarme, salían corriendo, hacia los espinillos, y se perdían entre las sombras de la tardecita. Una y otra vez, lo mismo. Nunca alcanzaba a acercarme demasiado como para verles el rostro.
Don Pedro Segovia hace otro gersto, y el bolichero llena las copas vacías nuevamente. Al relato se habían incorporado dos paisanitos más, que compartían una cerveza y un amplio plato con maní.
-Si señor, yo le avisé a los milicos del Destacamento vecino. Pero se me rieron en la cara. ¿Gurises a la tardecita, y en pleno monte lleno de yararás? Ninguno creyó mi historia. Yo estaba a punto de volverme loco. Hasta llegué a tirarles con la gomera, escondido detrás de urtacurú. Cierta noche, la conciencia me atormentaba, y fuí al pueblo para confesarle mi mala actitud al Padre Benito. El sacerdote, viejito flaco, pero muy bondadoso, comrpendió mis pensamientos y el por qué de mi enojo cuando esos niños bailaban alrededor de la tumba.
-¡Vamos hijo mío!- me dijo, tomándome del brazo.
-¿A dónde, Padre? -le pregunté azorado.
No hubo respuesta inmediata. Nos subimos al sulky que había preparado José, al ayudante del "curita gaucho". Nos dirigimos por un largo campo, hasta un lugar que dejó perplejo.
-¡Pero esto es un cementerio! -le dije. No me contestó. Nos bajamos, y me llevó hacia un costado donde había varias tumbas algo descuidadas.
-Mirá, ¿ves ese caminito casi tapado por los yuyos? Ese era el camino que hacía don Rosendo desde la estancia hasta el pueblo, cortando varios kilómetros por entre el monte. ¿Y ves estas tumbitas? Eran las que en cada pasada arreglaba y mantenía repletas con las flores aún sanas que la gente tiraba en el cesto de basura. Esos chicos, hijo mío, son los angelitos que en agradecimiento rondan la tumba de don Rosendo. No para hacer daño, sinó para jugar con él a la tardecita.
Don Pedro Segovia hace un gesto de alto con la mano, para que no le sirvan más caña. Quiere estar sobrio para escuchar el final del relato. Los demás, lo imitan. Menos Ramiro Torres, que ojos llorosos, continúa con el intrigante suceso.
-Al otro día -cuenta el puestero- hice un recorrido por el monte, y me acerqué hasta las tumbas. Las limpié cuidadosamente, y les llevé algunas flores sanas que encontré en el cesto donde la gente deposita las flores viejas cuando las reemplazan. Muchas estaban como nuevas, y eso me alegró. A la vuelta, era similar con la tumba de don Rosendo. Un mes habré estado haciendo lo mismo. Hasta que una tardecita, cuando miré a los gurises jugando como siempre descubrí que don Rosendo estaba con ellos. Me miraron unos segundos, y levantaron la mano saludándome a la distancia. Yo, nervioso, no lo podía creer, e instintivamente levanté el brazo...
Ramiro Torres no pude seguir contando más. Las copas lo habían dormido, y nadie pudo detenerlo cuando cayó al piso totalmente afectado por el alcohol.
-Llévenlo adentro, que hay un catre pa' que duerma cómodo- dijo el bolichero y, entre todos, lo levantaron y acomodaron con cuidado para que descanse.
El Tapectio Martínez levanto un envoltorio que se le había caído a Ramiro, y que seguramente estaba en el bolsillo del saco. Don Pedro Segovia lo desenvuelve, y descubre una placa que a lo emjor el muchacho iba a colocar en la cruz de don Segundo. Se coloca los lentes, y lee en voz alta: "A la memoria de don Roseno Torres. Su hijo siempre lo recuerda".
Miguel Angel Cuestas

Déjame soñar...


Ya la gente se cansó de disfrutar,
se preocupa por lo que hay que mejorar.
Hoy los chicos de la calle, tristes están
por malas decisiones que nadie supo tomar.

Caminando pienso qué se puede hacer
para que se dejen de corromper;
voy gritando a cuatro vientos mi verdad
aunque la sociedad no la quiera aceptar.

y déjame soñar, y déjame gritar
que un mundo mejor podemos lograr.

Hoy vivimos en un mundo que está mal,
un aire que no se puede respirar;
ya cansado de esta mierda sin lealtad
uno busca siempre su camino sin llegar.

Quiero vivir la vida sin parar,
descubrir la luz en la oscuridad,
pensar en el amor, en el azar.
Amar hasta que el corazón no pueda más.

y déjame soñar....
Rulo Sanchez