martes, 30 de agosto de 2011

Una tarde repleta de Borges y de Juan (2)

Como descargo, surgió el poema...

El rumor de unos pasos sobre la hierba:
Él.  De instrumento usó la hierba,
y gozó la melodía de sus pasos.
¿Cuánto de Sí habrá habido en ese rumor?
¿Gotas, pedacitos, jirones?
¡No importa! Llegó a nosotros.
Mansos, heredamos los signos.
De testigo, el patio de Teresa,
la sucesión del tiempo
ordenó esta tarde repleta de Borges y de Juan.

Él, es antojoso en su siembra.
Alicia, Teresa y Kevin


Una tarde repleta de Borges y de Juan (1)

Mientras tratamos de planificar la presentacion del libro no pudimos evitar seguir nuestra costumbre de desviarnos e irnos por las ramas. Así fue que terminamos hablando de religión en aquel espacio intimo y nuestro que es el Taller. Un tomo de Borges y una Biblia que nunca falta dieron paso. La tarde se llenó de repente de Borges y de Juan.


Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
Juan 1, 14

Juan 1, 154:
No será menos un enigma esta hoja
que la de Mis libros sagrados
ni aquellas otras que repiten
las bocas ignorantes,
creyéndolas de un hombre, no espejos
oscuros del Espíritu.
Yo que soy el Es, el Fue y el Será,
vuelvo a condescender al lenguaje,
que es tiempo sucesivo y emblema.
Quien juega con un niño juega con algo
cercano y misterioso;
yo quise jugar con Mis hijos.
Estuve entre ellos con asombro y ternura.
Por obra de una magia
nací curiosamente de un vientre.
Viví hechizado, encarcelado en un cuerpo
y en la humildad de un alma.
Conocí la memoria,
esa moneda que no es nunca la misma.
Conocí la esperanza y el temor,
esos dos rostros del incierto futuro.
Conocí la vigilia, el sueño, los sueños,
la ignorancia, la carne,
los torpes laberintos de la razón,
la amistad de los hombres,
la misteriosa devoción de los perros.
Fui amado, comprendido, alabado y pendí de una cruz.
Bebí la copa hasta las heces.
Vi por Mis ojos lo que nunca había visto:
la noche y sus estrellas.
Conocí lo pulido, lo arenoso, lo desparejo, lo áspero,
el sabor de la miel y de la manzana,
el agua en la garganta de la sed,
el peso de un metal en la palma,
la voz humana, el rumor de unos pasos sobre la hierba,
el olor de la lluvia en Galilea,
el alto grito de los pájaros.
Conocí también la amargura.
He encomendado esta escritura a un hombre cualquiera;
no será nunca lo que quiero decir,
no dejará de ser su reflejo.
Desde Mi eternidad caen estos signos.
Que otro, no el que es ahora su amanuense, escriba el poema.
Mañana seré un tigre entre los tigres
y predicaré Mi ley a su selva,
o un gran árbol en Asia.
A veces pienso con nostalgia
en el olor de esa carpintería.
Jorge Luis Borges

lunes, 29 de agosto de 2011

Por las VI Jornadas Culturales andaremos desestructurandonos...


Por sexto año consecutivo, la Agrupacion Contracultura de la Facultad de Artes Visuales de Parana organiza las Jornadas Culturales. Las mismas son un evento interdisciplinario en que confluyen una muestra, talleres, espectaculos y diversas expresiones de eso que tanto amamos que es el arte.
Por segundo año, el Centro Literario ha sido invitado a participar. Este año lo haremos con un Taller de Susurradores...Así que por allí andaremos...

lunes, 22 de agosto de 2011

Diaria muerte



Salgo y comparto 10, 15 o 20 palabras con amigas. Silencio. Otra vez silencios. Cruzo de calle y veo el cartel de la cabina, pero recuerdo la hora, 16:00 y no da. Miro al vendedor que no ha cambiado su ánimo amargo que mas amargo hace mi día. Le pido un agua, que sale $3. ¿Le pago con $20 o con los $5?. Con el mas chico, porque es el que tengo a mano. Me da el agua y una pajita, o sorbete que es su nombre, no se si mas correcto, pero sí el mas delicado. Slago del quiosco, vuelvo a cruzar pero un poco mas adelante, para ir a la placita. Es para hacer tiempo. Me siento en em mastil, dejo la botella delante mio, la mochila a un costado y la abro para sacar mi cuaderno que está en tres partes de tan roto. Tambien saco mi cartuchera, en último cigarrillo phillip de la caja de diez, el encendedor y lo prendo. Saco la birome negra, abro el cuaderno con la segunda pitada y escribo. El agua ya la abrí, y la llevo por un poco menos de la mitad.
Me pregunto por qué estoy escribiendo ahora. Hago tiempo hasta las 17:00 mietras escribo. Observo el cigarrillo consumido, tirado en la tierra y me comparo. Consumida, tirada, sucia, chupada, desintegrándome ceniza a ceniza, haciendo mal, hecha humo, acabada. Hoy me fumé cuatro veces a mi misma. Cuatro veces me suicidé. Cuatro veces que caí al suelo, pero no es suficiente porque aca estoy, escribiendo de nuevo, haciendo caso a mi naturaleza.
A veces, me dejo por la mitad, quedo medio muerta para seguir sufriendo, porque la realidad es eso. Nunca te acabas. Te consumen, pero seguis sufriendo porque seguis viviendo. A nadie importa un cigarrilllo. Lo terminan, lo pisan; me termino y me aplasto contra el suelo, pero no me rompo, sigo quemada y viva, siempre quemada, recontra quemada y viva. Aunque me siento mas fumada que entera, estoy entera, y ya no lo aguanto. No aguanto que me dejen por la mitad, mitad quemada, mitad inexistente. Es mi diaria muerte y prevalencia. La puta madre.
Paula Casis

Junio



 Cada mal paso queda,
como un tatuaje,
grabado en la forma de la letra.
Más veo, más camino,
más me confundo.
Al comenzar,
nadie avisa como se para.
Solo sigo.

Recuerdo que siempre me han gustado
los días de viento.
Me equivoco tanto,
y la vida se las arregla para seguir siendo bella.
La sola silueta de aquella mujer
aprontando el mate
basta y sobra para salvar
a la humanidad toda.
                                               Kevin Jones

miércoles, 17 de agosto de 2011

Las palabras


Todo lo que usted quiera, si señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se escuchan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras…

Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema… Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola… Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se transladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció…

Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas y recientísimas… Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada… Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos… Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo… Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas… Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras.
Pablo Neruda

Extraído de: Confieso que he vivido: memorias / Pablo Neruda. - Buenos Aires: Losada, 1974. - p. 73-74.

Concurso de Cuento Breve organizado por la Biblioteca Popular de Paraná...


lunes, 8 de agosto de 2011

Intento mirarme el corazón

Siguiendo con la consigna del post anterior...

-Basta, mamá -fue el intento de Cecilia por calmar a su madre. 
Ella se movía inquieta entre las sabanas de aquel hospital. 
-¡¿Cómo que me van a descontar el día, hijos de puta?! - No daba más. Salío afuera en busca de un vaso de agua. Hayó un dispenser enseguida. 
Demencia senil. Ese fue el diágnostico dado a su septuagenaria madre. Como si no fuera suficiente con los hijos, pensó enseguida al recibir la noticia días antes.
Lanzó un suspiro y regresó a la habitación. La 104 les habían dado. 
Su madre seguía revolviendosé como una niña en la cama. 
"Mamá", alcanzó a decir antes que una lagrima cediera a su fuerza. Una lágrima que resumía la pelea con su hija aquella mañana. Una lágrima que intentaba expresar la desolación del divorcio. 
Ella en cambio, sonreía en la cama. Y en cuanto Cecilia se descuidó volvío a mover sus manos alrededor de su seno. Cecilia río en su caos.
-Pero mamá ¿acaso te querés poner siliconas ahora? 
Su madre se ausentó de la pregunta. Pero con su sonrisa le dijo, mientras revolvía su arrugado seno en aquella tarde de agosto: -Intento mirarme el corazón.
Kevin Jones

Digo que pasó el tiempo...

 Versos, palabras que pueden obtener nuevos significados... Pasar de ser un verso en un poema al titulo de un cuento. Eso anduvimos haciendo hoy en el taller.

Digo que pasó el tiempo:
Tic tac, tic tac, los minutos pasan despacio. Siento el repicar del reloj y con cada repique mi paciencia se achica. 
Hoy el tiempo camina despacio pero al menos camina. Sentado en un sillon espero, espero que vuelva el amor, la ilusión. 
Sensata espera que mueve mi sentimientos.
Tic tac, tic tac... otro segundo que se convierte en minuto y aun no es la hora. Espero al otro, a aquel muchacho de los ojos cafés que se fue para volver y aún no ha vuelto. 
Muevo los pies al compas de una canción que se escucha en una casa lejana. La tranquilidad se va aunque respire honda para contenerla. ¿Dónde estará aquel? ¿Volvera a buscarme? Y quedé de nuevo sin sonidos  para acallar mi mente. 
Tic tac, tic tac... se hicieron las once de la noche. De pronto las campanadas rompen el silencio. Alguien golpea la puerta. Suave casi no lo percibo. Es él... y todo se detiene en un momento.
Un beso, un abrazo, una caricia, tanto imaginé la forma de recibirlo... pero me quedé seca, firme como estatua y no reaccioné al verlo. Nuestras miradas se cruzaron y nos dimos cuenta que algo se apagó. 
Aquel beso mi frente y se va, lo veo perderse en la oscuridad de mi cuadra. Puedo estar triste y desolada. Puedo sentir tantas cosas pero nada se compara. Sensación de nada. Eso fue lo que pasó por mi alma.
Desde el hall se oye ese tic tac, tic tac. El reloj dio las doce. Fue lenta la despedida y pasaron rápido los minutos. 
Tic tac, tic tac, el corazón no se si está en mi cuerpo... Pero otra noche y otra noche esperando que algo se encida dentro.
Tic tac, tic tac, sólo puedo decir que pasó el tiempo. 
Natalí Metz

domingo, 7 de agosto de 2011

Bradbury’s Hotel: el botones.


Cuando Eugenio atravesó el lobby, sus pies se empararon con la sangre de Gabriel. Esta se escurría por el suelo de baldosas victorianas en diminutos canales de un rojo bermellón. El botones había quedado atrapado entre las puertas del ascensor y esto, al parecer, le había costado cuatro dedos de la mano derecha.
—¿Qué pasó? —exclamó el gerente general mientras intentaba abrir las portezuelas corredizas, que aprisionaban la rodilla del muchacho.
—¡No tengo idea! —aulló Gabriel, totalmente desquiciado—. ¡No sabía que las puertas se cerraran con tanta fuerza! ¡Esto es un peligro! ¡Mirá! ¡Mirá!
—¡Sí, veo! —contestó Eugenio—. ¿¡Cómo hiciste para que te agarrara la pierna y te cortara los dedos al mismo tiempo!?
—¡No sé! —gritó el botones, y las puertas del ascensor se cerraron del todo, atrapándolo en el interior. La rotula, envuelta en un trozo de pantalón ensangrentado, cayó a los pies de Eugenio; donde también descansaban los cuatro dedos cercenados por esta máquina, inexplicablemente, poseída por una sinergia endemoniada.
Eugenio se echó hacia atrás y caminó de espaldas hasta toparse con el mostrador de la recepción. Aún temblaba cuando la recepcionista le tocó el hombro.
—Jefe, ¿todo bien?
Eugenio se volteó. Al ver a la muchacha, sintió ganas de correr, pero las piernas le flaquearon.
—Jefe, ¿está todo bien? —volvió a insistir la chica.
Karolanne exhibía un rostro de cuencas vacías y piel amoratada; y la voz no provenía de sus sensuales y cocidos labios, sino de una sonrisa, hecha a cuchillo, situada en la garganta. La sangre, que brotaba con rapidez de aquella boca improvisada, se hacía más y más oscura al final de cada palabra que emitía.
El gerente cerró los ojos. Apretó los puños. Gritó con la esperanza de que todo fuera una horrible pesadilla. En su mente, se dibujó la idea de que todo era una broma por parte de los empleados. ¿Motivos? Ninguno en especial. Todos eran unos bromistas pesados de primera. Se habrían confabulado entre todos y…
Eugenio abrió los ojos.
Karolanne ya no estaba. Tampoco los rastros de sangre ni los restos de Gabriel. Pero algo más había desaparecido; el panorama había cambiado… El rostro del gerente no se reflejaba frente al espejo sobre el cual estaba de pie. Era la imagen del botones, quien lo observaba atónito, desde el otro lado del cristal. De repente, Eugenio sintió un picor electrizante en las extremidades y notó que le faltaban cuatro dedos, y que se hallaba encerrado en el ascensor con una pierna mutilada, y dentro del cuerpo de uno de sus empleados.
El espacio comprimido le produjo claustrofobia. El olor a sangre y metal lo noqueó, dejándolo acurrucado en un rincón, como a un niño invalido a quien sus padres olvidaron recoger tras el colegio. Desde su escondite invisible, el gerente trató de visualizar el piso al que se dirigía, pero el miedo y el dolor le nublaban los ojos.
Apenas percibió el timbre cuando la maquina se detuvo. Al abrirse las puertas, se vio a sí mismo corriendo hacia el ascensor.
—No —se dijo desconcertado—, no puede ser…
Sin embargo, no escuchó su propia voz provenir de aquél cuerpo, que se acercaba a toda velocidad por el lobby.
—¿Qué te pasa? —dijo su doble, ya de pie frente a él.
—No… no sé —balbuceó Eugenio.
—¿Qué hacés tirado en el ascensor? Hace media hora que te estoy buscando. Hay gente que atender. ¿Estás tomando otra vez?
Y entonces, tras vomitarle los zapatos a su jefe, Eugenio comprendió. Sus deseos de ser gerente lo habían llevado a enloquecer, a nublar su realidad con pastillas (sustraídas de los kits de primeros auxilios de las habitaciones menos vendidas) y algo de alcohol, que robaba a hurtadillas del depósito del bar. No importaba cuantos años hicieran que trabajaba en el hotel, él nunca saldría de su cargo. Había aniquilado su ascenso, vomitando sus esperanzas.
Él no era más que un simple botones. Y jamás dejaría de serlo.
Leandro Puntin

¡Tintas Junio/Julio 2011!


Ya salio la nueva Tintas con una tapa de Paula Ledesma y diseño grafico a cargo de Viktor Sack...

Escriben: Ernesto Parrilla, Leandro Puntin, Delia Olivera, Kevin Jones, Alicia Beber, Teresa Albarenque, Manuel Podesta, Teresita Romero, Angeles y Selva Moran, Natali Metz y los chicos de Jovenes protagonistas. 

Ilustran: Jackie Rodriguez, Santino Orrego, Sergio Alvarez (Rumiant) y Martha Barnes.

Ademas, entrevistamos a La gota ediciones y a Eloisa Cartonera.

martes, 2 de agosto de 2011

El Centro Literario en la escuela

La imagen corresponde a la tarde de hoy, cuando la Seño Mery presento a sus alumnos el libro artesanal confeccionado con relatos escritos por ellos, y cuentos, poemas e historietas realizados junto a sus padres, vecinos y familiares. El libro, con un total de mas de 80 textos fue creado por 18 chicos de la Escuela N° 61 Facundo Zuviría de Seguí por iniciativa de su maestra.
Mery encomendó a sus alumnos la tarea de sentarse a escribir junto a sus padres, hermanos, primos, tíos  vecinos... Logrando así una buena cosecha de textos de lo más variados. Entonces, llegó el turno de que los niños tomaran el protagonismo merecido. Ahí fue donde desde el Centro tuvimos el honor de poder brindar un taller. En el mismo los chicos escribieron a partir de imágenes. Luego de aquella hermosa tarde y todo el proceso de armado del libro con cartulinas tenemos un resultado: Niños que corren hacia su maestra por el placer de ver un libro que es realmente suyo... La foto que parece sacada de alguna película irrealista pertenece hoy a la realidad educativa seguiense que a veces (pocas veces pero buenas veces) nos da gratas sorpresas. 

lunes, 1 de agosto de 2011

Tiempo de cordura



Me abroché la cordura
botón a botón.
Ajusté a mi cintura
toda la moral.
Mis pies van calzados
contra todo desliz.
Solamente las manos
dejé en libertad.
Y a mi corazón,
y a los sueños
no los pude atar.
Alicia Beber