Salgo y comparto 10, 15 o 20 palabras con amigas. Silencio. Otra vez silencios. Cruzo de calle y veo el cartel de la cabina, pero recuerdo la hora, 16:00 y no da. Miro al vendedor que no ha cambiado su ánimo amargo que mas amargo hace mi día. Le pido un agua, que sale $3. ¿Le pago con $20 o con los $5?. Con el mas chico, porque es el que tengo a mano. Me da el agua y una pajita, o sorbete que es su nombre, no se si mas correcto, pero sí el mas delicado. Slago del quiosco, vuelvo a cruzar pero un poco mas adelante, para ir a la placita. Es para hacer tiempo. Me siento en em mastil, dejo la botella delante mio, la mochila a un costado y la abro para sacar mi cuaderno que está en tres partes de tan roto. Tambien saco mi cartuchera, en último cigarrillo phillip de la caja de diez, el encendedor y lo prendo. Saco la birome negra, abro el cuaderno con la segunda pitada y escribo. El agua ya la abrí, y la llevo por un poco menos de la mitad.
Me pregunto por qué estoy escribiendo ahora. Hago tiempo hasta las 17:00 mietras escribo. Observo el cigarrillo consumido, tirado en la tierra y me comparo. Consumida, tirada, sucia, chupada, desintegrándome ceniza a ceniza, haciendo mal, hecha humo, acabada. Hoy me fumé cuatro veces a mi misma. Cuatro veces me suicidé. Cuatro veces que caí al suelo, pero no es suficiente porque aca estoy, escribiendo de nuevo, haciendo caso a mi naturaleza.
A veces, me dejo por la mitad, quedo medio muerta para seguir sufriendo, porque la realidad es eso. Nunca te acabas. Te consumen, pero seguis sufriendo porque seguis viviendo. A nadie importa un cigarrilllo. Lo terminan, lo pisan; me termino y me aplasto contra el suelo, pero no me rompo, sigo quemada y viva, siempre quemada, recontra quemada y viva. Aunque me siento mas fumada que entera, estoy entera, y ya no lo aguanto. No aguanto que me dejen por la mitad, mitad quemada, mitad inexistente. Es mi diaria muerte y prevalencia. La puta madre.
Paula Casis
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