viernes, 22 de julio de 2011

Desnudaron el árbol de los besos

La belleza ¿qué es? Imagenes se nos vienen a la mente, imagenes que seguramente han de estar ligadas con ciertas conceptos, parametros y prejuicios de la sociedad o la mayoria de la sociedad. Esto nos pasa cuando decimos que una persona es bella, o que otra cosa (como un árbol) lo es. Mezclar imagenes como el Basural de Segui, la belleza y las historias que un árbol guarda dentro suyo: Eso, como todas las mezclas que no tienen nombre ya nombrado, se llama poesia.
Y, eso fue lo que hicimos en el Taller del Centro. Fotos de arboles de Segui, viendo detras de ellos. Viendo, sabiendo, mintiendo las vidas detras de ellos. De allí sale este poema de Natalí.

Desnudaron el árbol de los besos:
El otoño marcho hace un mes de estas tierras
a ritmo despacio y desgarrante.
Se llevo las vestiduras que engalanaban
al arbol de la vida.
Ese que imponia con su follaje
respeto y atraccion a aquellos
que cruzaba por el camino.
No era bello. Ni de tronco fuerte y grueso.
Su belleza y valor lo guardaba dentro.
En la savia que corre por sus ramas,
tal cual sangre en las venas,
se atesoran secretos...
Sonetos de amor, cariños mortales y sinceros.
Con el comienzo de la primavera
lo escogen para declarar sentimientos.
Pero ahora, como cada año,
ha vuelto la estacion que lleva todo lejos.
Dios solo sabe donde esconde
las hojas el complice viento.
El invierno crudo, hela y tortura,
al arbol de los besos.
Desnudo, solitario, melancolico
el cielo lo consuela.
Ambos esperan la primavera
con una llama de esperanza:
adquirir ese follaje verde
que atrae del pueblo a los enamorados
que se besan a la sombra de sus ramas.
                                                           Alejandra N. Metz

martes, 19 de julio de 2011

Poesía de Gloría María Arellano


Gloria María Arellano nació en Nogoyá en los últimos días de marzo de 1975. Radicada en Seguí, esta mujer ha integrado la Asociacion de escritores  seguienses (ADES), y desde allí nos ha prestado sus imágenes. Sutiles, dan al lector enseguida la sensación de una poesía distinta en Seguí.  Sus poemas, integrarán el Dossier poetico de una de las siguientes Tintas.



Compadre del río:
A lo lejos en una canoa
rema y rema su madera,
Carmelo con un susurro
como calmando las penas.

Llevando en ella los frutos
que le regala su amigo,
y que el tiempo lo hizo cumpa
de sus hijos, padrino el río.

Cuando llega a su ranchada
lo está esperando su esposa,
en el banco que él mismo hiciera
con  esas, sus manos callosas.


lunes, 18 de julio de 2011

Diagnostico de un hombre fuerte



Textito que escribimos en el Centro Literario a partir de la "Advertencia" que la escritora española Ángeles Lopez hace al comienzo de su novela "Apoikía". La misma, de profundo lenguaje poético en su prosa, comienza con la siguiente advertencia:


"También era martes y como atenuante, habría que explicar que, Evelio, padecía un principio de otoño"

Diagnostico de un hombre fuerte:
El principio de otoño puede presentarse en cualquier hombre, pero especialmente en aquellos que no consumen muchas palabras.
Por lo general, estos son hombres sin mucho llover. En estos casos, la capa de hierro que recubre el corazón se rompe. 
A los hombres con principio de otoño, se les caen los ojos y los pies se les aflojan. Andan arrastrándose entre almohadones de plumas y quejas.
El tratamiento no es pleno, bien lo sabe Evelio. Algunos palabreros y curanderos del alma recomiendan terapias de tiempo, infusiones de paciencia y sentarse en las enredaderas en busca de una espera.
 Natalí, Tere y Kevin

Vení llorado



Mi tía, que también tiene su historia, está cansada de poner la oreja para las tragedias ajenas, sobre todo a partir del Cacerolazo, cuando el país quedó culo arriba y la gente no hacía más que contar miserias. Todo el mundo se cree en derecho a atosigarla con su operación de la próstata o el último asalto que padeció. Total que la buena mujer, cuando te ofrece su casa, sólo pone una condición: que no la usen de paño de lágrimas. “Te espero a las ocho”, dice, “pero vení llorado”. No quiere que el llanto de los parientes le arruine sus empanadas.
Pero es demasiado pedir. Hay mucho estrés en el aire. En menos que canta un gallo, su casa es un lloradero. Ahora el grifo lo abre Fernanda, que lleva su cruz de maestra en una escuela municipal. Confiesa que a la salida debe quitarle el cuaderno a los chicos porque en la villa los usan para hacer fuego. Eso es suficiente para que Mariela, que enseña lengua en Lugano, se zambulla en su propio drama. Ayer un encapuchado entró mientras daba clase y le tiró un baldazo de agua. Luego huyó a la carrera y todavía lo están buscando. Mariela, como tantas de sus colegas, está sorda y afónica y loca como una chicharra, así que sella su historia del encapuchado con un ataque de hipos. Para peor, hoy es viernes, el día más negro de la docencia. Revela que está en tratamiento psiquiátrico y entonces todos caemos en un frenesí de tragedias.
El único que calla es mi tío, mientras rumia su empanada. No deja de ser irónico, pues ningún otro de la familia ha respirado tan cerca el soplo de la desgracia. El año pasado, después de pensarlo mucho, decidió operarse el juanete. No alcanzó a llegar al quirófano, pues a los camilleros se les cayó por el hueco de la escalera. Entonces debieron operarlo de urgencia, pues es había partido el brazo y ya le asomaba el hueso. En mitad de la cirugía tuvo un paro cardíaco y hubo que abrirle el pecho. Luego estuvo seis meses en terapia psicológica. Al juanete nunca se lo tocaron.
Cuando se agota la hora del sufrimiento, la reunión cambia de rumbo. Ahora es el turno de las leyendas urbanas, esas cosas descojonantes que le ocurren a la gente ignota, amigos de alguien o algo así, que luego todos repiten como si fuera la verdad revelada.
Son la pasión de Fernanda, que espera agazapada. Si mi tío la emprende con su juanete, ella dirá que no es nada comparado con lo de Martha, una dentista tetona que vive por Caballito.
Parece que una mañana, Martha llegó a su casa con las hormonas en alza, hirviendo en ganas de revolcarse con el amor de su vida. Ni bien tocó el picaporte, ya estaba llamando al Negro. Se lo encontró en la cocina, debajo de la pileta, arreglando una gotera histórica. La imagen de su marido arrodillado en el piso, luchando con una llave francesa, la derritió de lujuria. El Negro es un animal de gimnasio, que de short y camiseta está para chuparse los dedos.
De modo que Martha, sin contenerse, hundió sus dedos habilidosos entre los muslos transpirados del Negro, al tiempo que resollaba: “¿De quién son estos huevitos?” Entonces el desgraciado pegó tal cabezazo que se desnucó contra la mesada.
Para qué contar el resto, si el episodio figura en ochenta sitios de Internet, junto con la historia del lazarillo asesino, un perro que eliminaba a sus dueños haciéndolos cruzar la autopista cuando venía el Expreso Cañuelas. Le hacemos notar a Fernanda que es una historia gastada, pero ella resiste a pie firme.
Ustedes podrán decir lo que quieran, dice Fernanda, pero Martha fue la primera; en todo caso, la leyenda empezó con ella. Pero bueno, el desnucado no fue su marido sino el plomero, que murió descerebrado en aquella cocina siniestra.
Lo lindo de estas historias es que, comparadas con ellas, no hay sufrimiento que alcance. Mi tía, de cualquier modo, siempre nos pide lo mismo: que ya lleguemos llorados a comer sus empanadas.


Eduardo Belgrano Rawson
de la Antología "Ver para leer", recopilada por Juan Sasturain

lunes, 11 de julio de 2011

Cosas que leemos en el taller...


La pregunta era: ¿cómo se empezó a construir este territorio donde están, se mezclan, se aparean, se prestan jugos, las historias que me contaron, las que yo, a mi vez, cuento, las que he leído, y hasta las que me tengo prometido leer cuánto antes; construcciones todas levantadas en el vacío, puras y perfectas ilusiones? ¿De qué está hecho ese país en que tengo a mis amigos, mis aliados, mis enamorados, muchos de ellos muertos hace siglos o nacidos y criados en geografías remotas, y al que busco ingresar cuando, a mi vez, escribo mis ficciones? ¿Cómo empezó todo este asunto?

Graciela Montes, 
en su conferencia "Scherezada o la construccion de la libertad" 
recopilada en "La frontera indómita"

Palabras despeinadas

Ya hace un tiempo que llegó a nuestras manos "Palabras despeinadas"...Este pequeño libro, editado por La Gota ediciones, es el segundo que lanzamos en nuestros tres años de trabajo... Escribir, leer, jugar, chusmear, quién sabe cuantos verbos se pueden encajar dentro del Taller del Centro Literario. 
A nuestro modo y manera, hemos despeinado las palabras. Las hemos hecho nuestras, de entrecasa y cotidianas. 
Pronto andaremos por escuelas, biblioteca, plazas...Para seguir sacando al aire y despeinado las palabras. Despeinándonos a nosotros mismos. 
Por el momento, compartimos en la intimidad del taller (Nuestro espacio poético en el mundo) la felicidad simple del camino recorrido que nos lleva a este libro.

domingo, 3 de julio de 2011

Marte

Este poema de Manuel Podestá, forma parte del Dossier de poesía que se publicara en el siguiente numero de la Tintas con poemas de este autor.
Marte  
La estrella más brillante
es el planeta Marte.
No sé quién, alguien me lo dijo.
Todas las noches
pienso en esto.
Ya lo vas a ver
pero no pasan cosas
demasiado extrañas en mi vida.
La distorsión
de una guitarra eléctrica
en el grabador,
libros que no puedo leer
arriba del escritorio,
películas desconocidas
de nombres largos.
Una foto llena de polvo
tirada debajo de la cama.

(Chaco For ever. 2010. Inédito)

Tres libros


Me gustaría referirme, en forma muy especial, a tres libros que significan ese escalofrío fugaz y el repentino temblor que da cuando, según las creencias, alguien cruza por el lugar donde un día estará nuestra tumba.
  El primero es el descubrimiento de la tableta de lectura. E reader E book o lectora de libros, como cada uno prefiera llamarlos. Los debates son muchos con respecto a estas tablas; se anunció el fin de los libros, que la era digital terminaría con las bibliotecas, librerías y todo lo que tenga que ver con la impresión, edición, venta y lectura del tradicional libro con su cubierta, letras y el imborrable, inolvidable e irremplazable
olor a historia, misterio o lo que sea que el autor quiso expresar.
 Nada de eso, tener un E book significa una llave a cada página que nos interese.
Cada libro de las bibliotecas que se encuentran en Internet pueden bajarse en forma digital. Viejos textos que ya no encontramos ni en mesa de saldos, cada edición agotada que cumpla ese requisito puede  bajarse gratis, las ofertas son muchas y variadas, al menos hasta el día de hoy. Inclusive  algunas ediciones que no son antiguas pero que tienen que ver con la literatura, política, historia o novelas, poesías y todo lo interesante, se encuentra libre  y se bajan sin inconveniente. 
  Podemos bajarlos, archivarlos, ordenarlos de la misma manera que clasificamos la biblioteca de siempre.
 Otros títulos  se pueden comprar y su costo es menor a los precios de librería. La imprenta tardó un par de siglos en ser común y usarse como un accesorio del que no nos damos cuenta a menos que nos interese un título y la librería esté lejos o el precio, más lejos todavía.
 La tabla no tiene olor a papel, pero por eso no deja de ser atractiva.
Sobre esto nace un análisis; cuando un pueblo era dominado o sometido a una purga, de inmediato se organizaba una quema de libros para exorcizar los demonios que las páginas  mostraban. Hoy se teme a las tablas.
 Toda novedad se resiste hasta que nos animamos a probar. La invitación está, será cuestión de probar y sucumbir a la posibilidad de llevar toda nuestra biblioteca con nosotros en ese adminículo parecido a un espejo mágico.

Mi segundo libro es un viejo ejemplar de “Amor en tiempos del cólera” y por si alguien es flojo de memoria, su autor es Gabriel  García Márquez. Este ejemplar tiene sus páginas amarillas y muy sobadas;  muchas manos, muchos ojos han  pasado por él y se han emocionado, deleitado o aburrido con su lectura. Amigos y familiares han dado sus opiniones, pero, y acá viene el valor agregado, hoy lo volví a hojear y lo que me llamó la atención: su tapa.
 Le falta la mitad en un atropello flagrante donde le han quitado un buen trozo del título y la imagen. Al mirar las primeras páginas recordé lo ocurrido, varias figuras a lápiz, trazadas por manitos muy, muy  pequeñas  dejaron su arte en dibujos que seguro cuentan una historia difícil de interpretar.
 García Márquez y su libro fueron el entretenimiento de un nieto que era casi bebé y hoy es un papá orgulloso, él decoró ese libro. Vaya a saberse el porque de su elección.
 De pronto esa escena se disparó en la memoria, el amor y el recuerdo afloraron de la manera única que puede ser: protegidos por el papel y el tiempo.
 El niño inclinado sobre esas páginas, dibujando, tal vez, su interpretación. Justo buscó ese título al que siempre regreso y me da la medida de la evolución y a experiencia que hacen que la interpretación encuentre nuevas aristas.

Mi tercer libro es uno que aún no está escrito.
 La idea  surgió a raíz de  vivir la partida de un ser cercano y querido. Cada día que pasé junto a su cama fueron momentos de crecimiento y nueva manera de reflexionar sobre lo maravilloso que es vivir y terminar con todo en paz.
 La tentación de escribir sobre ese tiempo vivido  era  imposible de modificar. Preparé todo el ritual de escribir: un cuaderno de hojas cuadriculadas, un lápiz y con el título ya pensado: “Mis treinta días”
  El proyecto era escribir un relato en forma de diario, marcando cada día como “faltan treinta días” y así, hasta llegar al último “mañana es el último día”, terminando la historia con la muerte.
Luego de escribir dos capítulos me entró temor… ¿Y si era profético? ¿Y si a los treinta días me moría?
Nunca terminé el relato.
 Este final lo acompaño con un fragmento de la  poesía Poema de los dones de Jorge Luis Borges
                                            Nadie rebaje a lágrima o reproche
                                            esta declaración de la maestría
                                            de Dios, que con magnífica ironía
                                            me dio a la vez los libros y la noche.
                                            De esta ciudad de libros hizo dueños
                                             a unos ojos sin luz, que sólo pueden
                                             leer en las bibliotecas de los sueños
                                             los insensatos párrafos que ceden

                                             las albas a su afán. En vano el día
                                             les prodiga sus libros infinitos,
                                            arduos como los arduos manuscritos
                                             que perecieron en Alejandría.
Teresita Romero