lunes, 13 de septiembre de 2010

El Arbol de los Silencios:



Voy arrastrando la tarde hacia el Árbol de Silencios,
doblada de miedos el alma, vencido de vida el miedo.

Los perros de los caminos muerden mi sombra en el suelo
aliento de sueños flacos, vigilia gris el aliento.

Cantigas de aire dormido quieren atarme los dedos,
verso de plata el cordel, ceniza de horas el verso.

Manoseadas soledades azuzan mi paso quedo,
huesos de ayeres perdidos, agrias cavernas los huesos.

Caro un morral agobiado por los doloridos eneros,
cortejo de mis temblores, hambre y fatiga el cortejo.

Dentelladas de relojes hincan su furia en mi cuello,
señuelo de paz callada, tregua final el señuelo.

Pulsos cumplidos esbozan
-indiferentes al vértigo-
huellas de cruces cargadas,
huellas de soles soberbios,
huellas de miel y de mirra,
de verdades y remedos.

Los viejos ríos aguardan, en tajo de tierra abierto,
estas huellas de mi tarde hacia el Árbol de Silencios.

                                                                              Teresita Yugdar

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