Un instante, un conjuro de vidas y de muertes,
donde un siglo transcurre con la velocidad de un ascua
en plena boca.
Los pájaros se van, finaliza este día, y yo me doy la vuelta
aún después de otra vuelta.
Un instante perfecto éste vivido
para un perfecto estado de impostura.
En el cual la perfección de la mitad de un gesto
muerde sobre la carne
y la unción se sucede
y el miedo endecasílabo de un pretérito miedo.
En mi garganta se revierten lunas.
Presta a su nacimiento, salto de la palabra a la intemperie.
¿Quién lo sabrá? ¿Ninguno? Más sé nací palabra.
Mi palabra de hoy es aún más que mi cuerpo.
Graciela Aráoz (De Itinerarios de fuego)
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