lunes, 22 de noviembre de 2010

El Cafetero

Qué raro nos parece verlo vestido de blanco, recorriendo los comercios de la cuadra cada mañana. Casi una imagen robada al tiempo, mientras empuja su carrito de madera con pequeñas ruedas por las veredas imperfectas cargando consigo una decena de termos humeantes.
Siempre con su sonrisa por saludo, inmutable más allá del clima. Se asoma, pregunta y no importa la respuesta: sonríe. Es así con todos, cada día. Julián, el cafetero. Juli a secas, debido al saludo diario, a la rutina repetitiva de las mañanas, a esa figura casi necesaria para comprender que una nueva jornada estaba en marcha.
Diálogo corto y habitual, sobre el frío o el calor, la lluvia de la noche anterior o el anuncio para la tarde. Breve quizá como el chorro de café que vierte con profesionalismo, sin siquiera salpicar la inmaculada camisa blanca que lo identifica.
Juli no se preocupa si alguien no tiene cambio para abonar los cuatro con cincuenta, porque está toda la mañana recorriendo la calle y vuelve más tarde, o cuando uno le dice. Es bonachón, alegre y trabajador.
Pero es raro verlo, como decía al principio, más que nada por la tragedia. Quién diría que ese hombre carismático que empuja el carrito sirviendo café perdió todo lo que tenía pero realmente no sabe qué.
En qué pensará cuando regresa a su casa cada mediodía y al abrir la puerta lo recibe el silencio, la ausencia de vida, el futuro truncado. Pero aún peor, el tormento de ignorar aquello que tendría que doler, pero a su vez, dolido por no poder recordar lo que le cuentan que perdió.
Es que Julián sobrevivió entre los hierros retorcidos, pero no así sus recuerdos, agravados con el golpe, que lo dejó sin memoria. Y luego que no lo viéramos por meses, regresó un día, vestido de blanco y sonriendo, como si el tiempo no hubiese pasado, como si la muerte no lo hubiese acariciado en tanto se llevaba consigo a sus niños y a su amor.
Es raro verlo, cumpliendo con el trabajo que le contaron, solía hacer; intentando ser cordial con los que le dijeron, eran sus clientes; pretendiendo ser feliz con lo que le aseguraron, era un milagro.
Y sin embargo, cada vez que nos da la espalda para seguir con su rutina, aparece ese nudo de angustia irreprimible que nos atenaza la garganta y nos nubla la vista, y un deseo, casi una necesidad, de gritar de cara al cielo un insulto infinito en nombre del cafetero, imposibilitado de sufrir por aquello que la muerte le arrebató.
Ernesto Parrilla

Ernesto Parrila, Villa Constitución – 32 años
Deambulante de mundos imaginarios y escritor, he sido publicado en Argentina y en el exterior. Entre las alegrías, obtuve en 2009 del 1er premio en Chile, en el concurso de cuentos de terror de la Revista El Puñal, recibiendo ese mismo año una mención especial en Rosario, en un concurso organizado por la Mutual de la Asociación Médica. Este año recibí una mención de honor en "Mundos en Tinieblas III", de Ediciones Galmort y el "Blogo de Oro Rosario 2010" como mejor blog literario por "Netomancia" (netomancia.blogspot.com)
En nuestro país fui publicado en "Mundos en Tinieblas" I y II de la Editorial Galmort (2008 y 2009),  dos veces en antologías de Editorial Dunken (2009 y 2010) y varias veces en antologías del Departamento Constitución (Santa Fe).
Fuera de nuestros límites, en la antología "Relatos de Terror" del sitio web El Arte de la Literatura (España);  en la antología de terror "Cryptonomikon" (España); Revista Redes para la Ciencia (España); antología “Sorbo de letras” (España); Revista Comunicar (España) y Revista El Puñal (Chile).

2 comentarios:

  1. Es un relato fantástico por el tono, la calidad literaria y mas allá de ella la calidad humana que palpita entre las lineas. Ernesto Parrilla crea personajes a los que dota de tal personalidad, que en tan poco espacio, apenas unos párrafos, hace que los ames, detestes, sonrías o disfrutes, según la temática.
    Un acierto publicar el cuento.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por tu comentario. Te invitamos que sigas el blog, y veas como en proximas ediciones continuamos publicando relatos de Ernesto y tantos otros autores...

    ResponderEliminar