Las palmeras se agitan,
se doblan al compás del viento.
La tormentas las lleva y las trae,
cual aguas de mar embravecido.
Expuestas a lluvias y sequías,
a vientos huracanados.
Resisten estoicamente a pesar
de cicatrices que tienen los troncos
de hachas y serruchos que por poco no las talan.
No cegaron para siempre sus vidas
porque hubo quien se enteró y dio un vuelco
a esas manos que estaban muy seguras de lo que hacían.
Son dos gemelas preciosas
que se alzan con sus brazos
extendidos hacia el cielo como pidiendo
paz para los que están abajo.
Teresa Albarenque
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