Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa. (Alejandra Pizarnik)
viernes, 12 de noviembre de 2010
miércoles, 10 de noviembre de 2010
Tragedia (Vicente Huidobro)
María Olga es una mujer encantadora. Especialmente la parte que se llama Olga.
Se casó con un mocetón grande y fornido, un poco torpe, lleno de ideas honoríficas, reglamentadas como árboles de paseo.
Pero la parte que ella casó era su parte que se llamaba María. Su parte Olga permanecía soltera y tomó un amante que vivía en adoración ante sus ojos.
Ella no podía comprender que su marido se enfureciera y le reprochara infidelidad. María era fiel. ¿Qué tenía él que meterse con Olga? Ella no comprendía que él no comprendiera. María cumplía con su deber, la parte Olga adoraba a su amante.
¿Era ella culpable de tener un nombre doble y de las consecuencias que esto puede traer consigo?
Así, cuando el marido cogió el revólver, ella abrió los ojos enormes, no asustados, sino llenos de asombro, por no poder comprender un gesto tan absurdo.
Pero sucedió que el marido se equivocó y mató a María, a la parte suya, en vez de matar a la otra. Olga continuó viviendo en brazos de su amante, y creo que aún sigue feliz, muy feliz, sintiendo sólo que es un poco zurda.
Vicente Huidobro
martes, 9 de noviembre de 2010
Lado B:
La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren
F. de Cruisset
Lado B, es una revista que tuvimos el agrado de conocer durante Pollito Ciego. Nuestra ya amiga Leticia Gerhauser la presentó, desovillando una historia. Una historia que la involucra, y que (como toda historia) involucra a gente, situaciones y “cosas”.
Para serles fieles a la linda gente de Lado B, les transcribimos a modo de presentación y contagio, lo que ellos nos cuentan en la primer página de su revista.
“Un grupo de personas privadas de la libertad de la Unidad Penal N° 11 cárcel de Las flores, desde el año 2007 participan de un espacio artístico interdisciplinario, donde las lecturas y escrituras de textos literarios son el eje de los encuentros semanales. Este espacio funciona en el marco del programa “Educación universitaria en Prisiones” de la UNL y surge por una iniciativa personal de voluntarias afines al campo de las letras. A finales del año 2008, el espacio de lectura decidió reunir el resultado de todo su trabajo en esta revista: Lado B, para dar a conocer las producciones realizadas hasta el momento; para ello se crea el área de diseño.
Entonces se conforma un espacio editorial que se lleva a cabo cada quince días, alternándose con el espacio de las letras.
Dicha tarea la coordina un diseñador gráfico, orientando las cuestiones teóricas y prácticas que atañen a la creación de una revista y los elementos que la componen”
lunes, 8 de noviembre de 2010
Cosas que un poema puede provocar:
Luego de leer Fugacidades (el poema que pueden leer en el post de abajo), comenzamos en el Taller la tarea de escribir un poema en conjunto. Tratando de armonizar lo que a cada uno nos habia provocado el poema. Culminando en el armado de una poesia que habla del nacimiento de la palabra...
Mistificación de la garganta:
Tiempo mío de asombro. Tiempo en ti de amianto
Graciela Aráoz
Garabatea sonidos
cuando las cuerdas
apresuran la palabra.
Aún falta.
Necesitan quebrarse
y que algo se rompa
en nosotros.
Para que sea un festival
de hojas y murmullos.
Mistificación de la garganta.
Alicia Beber
Teresa Albarenque
Kevin Jones
Fugacidades:
Un instante, un conjuro de vidas y de muertes,
donde un siglo transcurre con la velocidad de un ascua
en plena boca.
Los pájaros se van, finaliza este día, y yo me doy la vuelta
aún después de otra vuelta.
Un instante perfecto éste vivido
para un perfecto estado de impostura.
En el cual la perfección de la mitad de un gesto
muerde sobre la carne
y la unción se sucede
y el miedo endecasílabo de un pretérito miedo.
En mi garganta se revierten lunas.
Presta a su nacimiento, salto de la palabra a la intemperie.
¿Quién lo sabrá? ¿Ninguno? Más sé nací palabra.
Mi palabra de hoy es aún más que mi cuerpo.
Graciela Aráoz (De Itinerarios de fuego)
Tintas Agosto-Septiembre/2010
¡Ya salio la nueva Tintas!
Escriben: Alicia Beber, Kevin Jones, Teresita Romero, Nicolas Gottig, Leandro Puntin, Marta Franco, Delia Olivera.
Tambien contamos, con la ilustracion de Ricardo Jaimovich.
domingo, 7 de noviembre de 2010
La persecución del maestro:
Entonces el discípulo atravesó el país en busca del maestro predestinado. Sabía su nombre: Tilopa; sabía que era imprescindible. Lo perseguía de ciudad en ciudad, siempre con retraso.
Una noche, famélico, llama a la puerta de una casa y pide comida. Sale un borracho y con voz estrepitosa le ofrece vino. El discípulo rehúsa, indignado. La casa entera desaparece; el discípulo queda solo en mitad del campo; la voz del borracho le grita: Yo era Tilopa.
Otra vez un aldeano le pide ayuda para cuerear un caballo muerto; asqueado, el discípulo se aleja sin contestar; una voz burlona le grita: Yo era Tilopa.
En un desfiladero un hombre arrastra del pelo a una mujer. El discípulo ataca al forajido y logra que suelte a su víctima. Bruscamente se encuentra solo y la voz le repite: Yo era Tilopa.
Llega una tarde a un cementerio; ve a un hombre agazapado junto a una hoguera de ennegrecidos restos humanos; comprende, se prosterna, toma los pies del maestro y los pone sobre su cabeza. Esta vez Tilopa no desaparece.
Una noche, famélico, llama a la puerta de una casa y pide comida. Sale un borracho y con voz estrepitosa le ofrece vino. El discípulo rehúsa, indignado. La casa entera desaparece; el discípulo queda solo en mitad del campo; la voz del borracho le grita: Yo era Tilopa.
Otra vez un aldeano le pide ayuda para cuerear un caballo muerto; asqueado, el discípulo se aleja sin contestar; una voz burlona le grita: Yo era Tilopa.
En un desfiladero un hombre arrastra del pelo a una mujer. El discípulo ataca al forajido y logra que suelte a su víctima. Bruscamente se encuentra solo y la voz le repite: Yo era Tilopa.
Llega una tarde a un cementerio; ve a un hombre agazapado junto a una hoguera de ennegrecidos restos humanos; comprende, se prosterna, toma los pies del maestro y los pone sobre su cabeza. Esta vez Tilopa no desaparece.
Alexandra David-Neel
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