viernes, 31 de diciembre de 2010

Vacaciones de mi:


La nueva Tintas saldrá en enero. Mientras tanto, aquí va uno de los relatos que estará en ella. 

El repetir de los días me hacía pensar en tomarme un descanso. En las noches el insomnio desolador me traía ese pensamiento en forma continua. Volvía una y otra vez, como el agua a la playa y en cada viaje que hacía, acercaba sobre la costa más razones por las cuales decidirme.
Necesitaba vacaciones. Pero vacaciones de mí. Dejar de ser por unos días aunque sea, el mismo de siempre. Disfrutar otras cosas, ir a lugares donde no iría, hablar con las personas bajo el rayo del sol sin miedo a que nadie me hiciera daño, me lastimara.
Lo decidí una mañana, al regresar al departamento. Limpiaba los zapatos de la mugre habitual cuando me miré al espejo y me encontré con la persona que quería abandonar por un tiempo, por más breve que fuese.
Armé las maletas y salí a la calle llevando una en cada mano. Detuve un taxi y sin miedo a equivocarme o a que se trabase la lengua a mitad de la frase, le pedí que me llevara a la estación de ómnibus.
Sonreí mirando por la ventanilla del vehículo mientras avanzaba por la calle. Me estaba yendo lejos de mí. Podía sentirlo. El solo hecho de poder pronunciar dos palabras seguidas sin ponerme colorado era la primera prueba de que estaba sucediendo.
Recorrí las agencias de varias empresas y finalmente me incliné por una que tenía un coche a punto de partir, con destino a Entre Ríos. Era el lugar ideal para disfrutar de un cambio.
En el viaje compartí asiento e incluso conversé. Trivialidades, pero charla al fin. Me había olvidado de mí, del verdadero yo, que había quedado en la ciudad. El que ocupaba el asiento treinta y dos lado ventanilla en ese instante, era un otro, temporal, pero otro.
Bajé del colectivo al atardecer, con las piernas entumecidas pero una sonrisa en los labios. En la misma empresa brindaron la información sobre hospedajes a todos los que aún no tenían definido donde pasar la noche. Para mi sorpresa, la hermosa señorita que había viajado en el asiento contiguo también buscaba habitación en un hotel.
Casi al azar, elegimos el mismo lugar. Nos reímos al unísono al comprobar que los dos habíamos pedido el teléfono del último hotel que el joven de la empresa había mencionado. A partir de allí todo sucedió muy rápido. Alicia, que así se llamaba, resultó ser un ser muy agradable.
Cenamos, fuimos a un pub muy pequeño, nos reímos gran parte de la noche y terminamos en el hotel, pero usando solo una de las dos habitaciones reservadas. Esa noche mágica me encontró un poco desvelado, pero no era insomnio, sino la agitación de un día tan diferente e intenso.
Sabía bien que el verdadero yo no habría logrado jamás disfrutar de una noche así. Ni siquiera habría podido cruzar dos palabras con la hermosa chica que en ese momento respiraba lenta y suavemente a mi lado, como una diosa del Olimpo tras una larga y agotadora batalla.
Aprovechamos el día con mucha energía. Alicia me contó que se había tomado unos días, porque sus empleadores le debían una semana en el trabajo. No tenía planes, así que lo que estaba viviendo era la misma sensación que yo tenía, la de un tobogán gigante, por el cual me deslizaba sin temer ningún riesgo.
La noche fue más ardiente que la primera y al día siguiente nos reímos más que el anterior. Alicia me gustaba. Y a quién no. Era hermosa, con curvas perfectas, un rostro angelical, la sonrisa siempre a flor de piel y ojos que parecían perlas de almendras. Ella misma parecía recubierta en miel, por la suavidad al tacto, por la fragancia que se respiraba alrededor. Era un sueño. Y yo le gustaba. Pero yo, éste, no aquel que había quedado en la ciudad. Aquel no le agradaría en lo más mínimo.
La tercera tarde recorrimos un parque nacional. Era espléndido andar por caminos de tierra, cruzando arroyos y apreciando la vegetación que nos rodeaba. Y se convertía en maravilloso al sentirla tan cerca, poder ofrecerle mi cuerpo cada vez que necesitaba hacer apoyo, alcanzarle la mano cuando necesitaba ascender en alguna parte. Bajo el sol entrerriano, sentí la felicidad.
Esa noche comimos en un pequeño pero cómodo restaurant en las afueras del pueblo. Llegamos deseosos de hacer al amor, de hacer rugir el espíritu salvaje que habíamos descubierto teníamos en común. Mientras me estaba descambiando, viéndola a ella trepar a la cama con apenas las medias puestas, sonó el teléfono de la habitación.
Mi error fue contestarlo. En el momento pensé que llamaban del hotel, ofreciendo quizá alguna bebida para la noche o preguntando si acaso querríamos el desayuno por la mañana. Sin embargo, no era el amable conserje que minutos antes nos había guiñado el ojo al pasar, cómplice, más cuando desde el segundo día habíamos cancelado la habitación que estaba sobrando.
La voz me era familiar. Era mi voz. Me preguntó como estaba, si acaso estaba pasándola bien. Sentí bronca, mucha impotencia. Estaba rompiendo una noche mágica, la estaba haciendo añicos, tan solo con una llamada.
Le contesté casi musitando, apretando los dientes. No quería que ella me escuchara. Tampoco quería oír lo que sabía me iba a decir. La voz hizo un rodeo con algunas preguntas irrelevantes sobre el viaje, el lugar y sobre Alicia. Luego dijo, con la firmeza de siempre, que las vacaciones habían terminado. Ya había disfrutado bastante y estado lejos el tiempo suficiente como para cambiar el aire y retomar la rutina.
Cerré los ojos y suspiré profundamente, conteniendo un grito de bronca, dejando caer el tubo del teléfono sobre la pequeña mesa de madera.
El sonido asustó a Alicia y me despertó a mí. Las vacaciones habían terminado.
Era yo otra vez. Y sobre la cama había una hermosura de ojos color almendras que pronto sabría que era aquello tan misterioso que se observaba en el momento de morir. 

Ernesto Parrilla

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Estos es para locos


Nuestra amiga Teresita Romero nos ha enviado sus saludos navideños. Junto a ellos, vino un texto. Unas palabras sobre la locura. Un tema que ha sobrevolado las charlas del Centro durante este año. Por eso, aqui va...

Esto es para los locos…
Los inadaptados. Los rebeldes.
Los problemáticos.
Los que van en contra de la corriente.
Los que ven las cosas de diferentes maneras.
Ellos no siguen las reglas.
Y no tienen respeto por lo establecido.
Puedes citarlos, estar en desacuerdo,
glorificarlos… o satanizarlos.
Pero lo único que no puedes hacer
es ignorarlos.
Porque ellos cambian las cosas…
e impulsan la humanidad hacia delante.
Y mientras otros los ven como “los locos”
nosotros los vemos como genios.
Porque la gente que está tan loca como
para pensar que puede cambiar al mundo,
es quien lo logra.


                                                    Apple
                                                    Think different

domingo, 19 de diciembre de 2010

Una piedra mas (De Leandro Puntin)




Después de todo lo que nos pasó,
te vi sentada hablando con otro.
Y no me digas que eso no es amor, no sé;
tus ojos muestran un halo de odio.


“Trewa”, Illya Kuryaki and The Valderramas


Las esperanzas se desprendieron de su corazón como un barco que zarpaba alejándose de la orilla. La espuma era impenetrable, la costa se tornaba efímera y la embarcación no volvería a tocar tierra jamás. No sus tierras, al menos. Ella era ahora el horizonte irreconocible, aquél desdibujado por la distancia y la indiferencia.
Kevin dio un paso atrás e intentó mantener la compostura. Jesica se alejó sin más, desapareciendo a pocos metros tras un tumulto de gente.
Los ruidos de la ciudad volvieron uno por uno. El sonido enloquecedor de las bocinas en un embotellamiento; los pasos de la gente que pasaba a su lado, por la acera; las risas incesantes y perturbadoras de los estudiantes de primaria que recién salían de clases; el golpeteo fantasma de su propio corazón que acababa de detenerse.
El muchacho tomó asiento en uno de los bancos de piedra de la plaza. Respiraba con dificultad. Todo giraba como si nada, el mundo seguía su curso y él se sentía molesto por ello. ¿Por qué no le daba aire y lo dejaba tomar un respiro? ¿Por qué el mundo no se detenía y le daba la oportunidad de componerse?
“No, el mundo no hace eso. Al mundo no le importa”.
Para el mundo, un corazón roto, era como una piedra más llevada por la corriente. Había tantas todos los días, que ya era normal no prestarles importancia.
Un niño envuelto en un guardapolvo blanco manchado con tinta azul, cruzó a los saltos frente a Kevin. Éste estiró una pierna y el niño cayó de narices al suelo, expulsando un alarido y un chorro de sangre que salpicó los talones de sus compañeritos. Ninguno de ellos se volvió hasta que sintieron los gritos desaforados de un adulto que saltaba con furia sobre la espalda de su compañero caído. Los niños observaron atónitos como el azul se mezclaba con el rojo, como el blanco del guardapolvo era vorazmente arrasado hasta no quedar ni un solo centímetro a la vista.
Kevin brincó una, dos, tres... incontable cantidad de veces. Los huesos del niño se revolvieron bajo aquella bolsa de carne que alguna vez pudo considerarse cuerpo.
Las ancianas y mujeres que pasaban por la acera de la plaza comenzaron a correr; todo el mundo se dispersó hacia diferentes puntos. Algunos cruzaron la calle sin ver, casi siendo atropellados por los autos que no se molestaban en disminuir la velocidad; otros se adentraron en la plaza, como si los pocos arbustos que la adornaban fueran capaces de bloquear aquel espectáculo macabro.
Ningún hombre se acercó a tratar de detener a Kevin.
“No, porque ya no existen hombres en el mundo”.
Esa era su explicación, pero la verdad era que a ninguno le importó. El niño no les pertenecía. Y muchos de aquellos “hombres” sabían que el niño robaba en las tiendas del barrio y que sólo crecería para ser un delincuente, al igual que su padre y sus hermanos. Inconscientemente, creían estar haciéndole un favor a la sociedad.
La sangre del chiquito comenzó a fluir hacia el cordón por las grietas del piso de la cuadra. Ya no había vida en aquél muñeco. Ya no había sueños; ya no había esperanzas. Sólo carne esperando a ser procesada.
Kevin se alejó a los tumbos y volvió la mirada sobre los hombros. Una única vez. Nada más que para contemplar la imagen de su corazón aplastado sobre el camino de la vida.
Leandro Puntin

viernes, 10 de diciembre de 2010

Susto

Este relato, fue recreado y reinventado por los chicos del Taller de literatura infantil de la Biblioteca Popular. 

Valentín se levantaba apenas asomaba el sol, a esa hora nadie lo molestaba.
Se lavaba su carita, se cepillaba los dientes, se peinaba, se ponía su ropa su gorro, y sus zapatones.
Listo salía y se asomaba detrás de los árboles del gallinero…
Un sol enorme empezaba a calentar la tierra cuando un ruido desconocido asustó a Valentín.
Un gran plato bajó, abrió sus puertas por la que salieron unos personajes rarísimos. Ni hombres, ni animales. ¿Qué eran?
Valentín no entendía nada y  se preguntaba: ¿quiénes son? ¿qué hacen aquí?
Riéndose los raros dijeron: ¡un ratón! ¡vamos a llevarlo!
Valentín corrió a esconderse entre las plantas del jardín.
Lo buscaron por todas partes sin encontrarlo.
La nave remontó vuelo y desapareció.
Valentín que estaba asustadísimo, contó lo que había vivido; casi nadie le creyó.
Solo Copete y Pinty que sabían que el ratoncito nunca mentía.
La gente de la casa solía comentar que se veían aparatos extraños pero nadie sabía de dónde venían ni a qué .

martes, 7 de diciembre de 2010

¡Improvisamos una charla!


Es lindo encontrarse. ¡Que palabra!...encontrarse. Encontrarse con el otro no es verlo, ni estar los dos sentados en una "sala de espera". Sino que significa descubrir al otro, identificarse con el otro, admirarlo, quererlo, debatirlo al otro. Establecer esa relación con el otro, con ese ser distante a mi, es un camino. Hoy quisimos dar un primer paso en ese camino. Porque pese a que en Seguí todos nos conocemos, eso no quiere decir que se den los espacios necesarios para encontrarnos. 
Con algún mate que andaba por ahí, presentamos la Tintas y los libros artesanales que andaban en un sulky del Museo. El patio del museo se nos abría a la luz ya casi veraniega. Poco a poco se formo la ronda, y comenzaron los temas. Alicia leyó el poema "Fugacidades" y el trabajo de taller que realizamos a partir de aquel poema. (Trabajo que pueden leer en algún post de por aquí) La lectura de esos poemas demoro, y bienvenido que así sea, ya que fue por todos los temas de conversación que salieron de por medio. 
Así fue transcurriendo la charla. Entre la gente de Espacio de arte que nos hablaba de sus proyectos, y el naciente proyecto sobre la Biblioteca Popular. Entre Pido la palabra que nos contaba lo del "Contrafestejo" yTrone que nos lo narraba pintándolo. 
Lo mejor: Nació una idea, un proyecto. Y con el, nació el compromiso de llevarlo adelante entre todos. 








P.D. ¡Nos salio mejor de lo que esperábamos!

lunes, 6 de diciembre de 2010

El extraño jubilo


Peligrosamente atados
a los mismos recuerdos,
es de temerarios
sacarlos a la luz.
Con razón sentimos miedo.
Si apenas entreabrimos
la puerta del pasado
¡Salieron en tropel!
Si parecen pájaros
que de un largo cautiverio,
acaban de salir.
Es un júbilo extraño
el que estamos probando.
Con sabor agridulce.
Veteado de placer.
Un regalo tardío
que la vida nos trae,
a la vez, oportuno,
necesario, esperado.
Por fin decirnos:¨
"Nunca te olvidé"
            Alicia Beber

sábado, 4 de diciembre de 2010

Los esperamos...

Tintas Octubre-Noviembre/2010



Escriben: Alicia Beber, Teresa Albarenque, Teresita Romero, Nicolas Gottig, Leandro Puntin, Kevin Jones, el grupo Pido la palabra y Ernesto Parrilla.
Ilustran: Maximiliano Rodriguez (Trone), Cristian Smith (Pichan) y Jackie Rodriguez. 
Ademas, entrevistamos a Leticia Gerhauser de Pollito Ciego...